martes, 11 de mayo de 2010

William Hogath y Winckelmann


William Hogath
Perteneciente a una familia medianamente acomodada. William nació y murió en Londres (1697-1764), ciudad en la que viviría y habría de desarrollar una obra en la que se testimonia el comportamiento de la sociedad de su tiempo y donde nunca habrá de faltar el elemento satírico y una fina ironía. Cuando el futuro pintor contaba tan solo con diez años de edad, sus padres fueron encarcelados en la prisión de deudores de Fleet, lo que habría de suponer un amargo despertar a la realidad circundante. Dibujante precoz a los 16 años ingresó como aprendiz de un grabador a la punta de plata, especializado en vajillas y utensilios de decoración, al mismo tiempo que acude a la Free Academy de sir James Thornhill para seguir sus estudios de pintura. El rápido aprovechamiento de las enseñanzas recibidas y un carácter claramente decidido lo llevaron a instalar su propia empresa de grabado en 1720, distribuyendo al año siguiente su primera labor, una sátira sobre el Plan del Mar del Sur. Tras los novelescos sucesos que rodean el rapto de la hija de James Thornhill y su posterior matrimonio en 1729, consigue sus primeros éxitos populares produciendo una serie de doce planchas basadas en el Hudibros de Samuel Butler, así como una subscripción para grabar las pinturas de The Harlot’s Progress ( la carrera de la prostituto) que él mismo se encargó de distribuir.
Paralelamente a estos grabados, Hogarth comienza a llevar a cabo sus cuadros de gabinete llenos de ironía y de una penetrante actitud psicológica que sorprende a la critica y al público, y dentro de una temática que el novelista Henry Fielding vino a denominar “ Hª cómica” y donde queda perfectamente plasmada la vida londinense de las clases medias y aristocráticas de su más exacta intimidad, no quedando ajena a la satírica acción moralizante. Podrían citarse obras como “ Matrimonio a la moda” o el “ banquete de bodas”. Al mismo tiempo recoge escenas de las obras de Shakespeare y del mismo ambiente del teatro de su tiempo. Un verdadero avance en su técnica y en el proceso de su pensamiento artístico lo constituye la serie de cuadros The rake’s progress ( la carrera del libertino) acabados en 1735 al mismo tiempo que trata de alcanzar mayores objetivos como los dos grandes lienzos religiosos ( donde se advierte la influencia de Thornhill) que ejecuta para el Hospital de Saint Bartholomew.
Pero si el reflejo social de la pintura de Hogarth viene a suponer una verdadera revolución en el ámbito de la plástica inglesa, no menos interés ofrece su faceta como retratista uniendo las bases de lo que va a significar ese género en el panorama posterior de la pintura inglesa. Aquí destacan los retratos íntimos como “ los criados del pintor”, “ El artista con su perro” y el más suelto y bocetístico “la vendedora de camarones” que se trata de un boceto de extraordinaria frescura que fue pintado como modelo para un grabado. Los retratos de Hogarth con su profundo análisis psicológicos de los personajes, sientan las bases de este género en la pintura inglesa. De entre sus obras, no podemos olvidar algunos ejemplares de encargo como el del “ Capitán Thomas Coram” que abre cauces insospechados de posibilidades para las nuevas generaciones. Hogarth retrató a Coram, constructor naval en Nueva Zelanda y capitán de marina, profesión a la que hacen alusión los veleros y el globo terráqueo en el que se ve el océano Atlántico. Como fundador del Foundling Hospital, hospicio para niños abandonados, lleva en la mano derecha un sello de la institución.
A partir de 1740, un cambio de gusto le lleva a una menor cotización entre los coleccionistas, volviendo al grabado con ejemplares más accesibles al gran público, como Gin Lane, Stages of Cruelty…Sus últimos años nos lo presentan víctima de una profunda crisis anímica producida por la enfermedad y los avatares de la política inglesa, es decir, con la depresión que resulta de la llamada guerra de los siete años.
Sobre la percepción de Hogarth para la captación de los comportamientos de la sociedad inglesa del momento, LeRoy señala que cuando este artista ataca el egoísmo de la burguesía inglesa, su vanidad, su insolencia y su sed de honores y de títulos, cuando se burla de la pereza y la fatuidad de la aristocracia y de sus prejuicios, cuando denuncia la culpable conducta del clero anglicano y la ignorancia de los aficionados al arte clásico , hace el papel de moralista que quiere desempeñar una influencia decisiva en el mejoramiento de los hombres conduciéndolos por el camino de la virtud y el progreso. Y esta cualidad viene a completarse con una extraordinaria memoria visual de la que solía hacer gala con frases como esta: “ Yo tenía una ventaja material sobre mis competidores, la costumbre que adquirí de retener en la retina de mi memoria, sin mediación de una fría copia del momento todo lo que deseaba imitar donde quiera que estuviese, si mis ojos se hallan abiertos, yo estaba en estudio…. Sus ideas se resumen en el libro “El análisis de la belleza” que publicó en 1753.
Winckelmann
La vida Johann Joachim Winckelmann puede dividirse en dos períodos: el de formación en Alemania y el de su estancia en Italia, donde ejerció como arqueólogo e historiador del arte. Nace en Stendal en 1717 y muere joven, a los cincuenta y un años, dramáticamente asesinado en Trieste. Fue hijo de un zapatero remendón, circunstancia que le obligó a realizar enormes esfuerzos para estudiar y mejorar su situación social. La desfavorable situación económica de su familia no anuló sino incentivó su gran curiosidad y pasión por el saber y por mejorar socialmente, aunque le obligó a trabajar para pagar su asistencia a escuelas y Gimnasios de Stendal, Berlín y Salzwedel. Allí adquirió una firme base en lenguas y literatura clásicas. En la Universidad de Halle se acercó a los estudios teológicos con la intención de ascender socialmente. Su experiencia universitaria, debido a la hueca erudición y estrechez de los profesores, no le aportó ninguna luz, más bien, conoció la actitud que debía evitar en el futuro. En 1740 retornó, sin embargo, a la Universidad de Jena para estudiar medicina, aunque interrumpió sus estudios para trabajar como preceptor en casa del funcionario Lamprecht de Mandemburgo. Es notoria la influencia del pintor A. F. Oeser en Dresde, quien le influenció en la condena del gusto barroco; en la crítica de Bernini, como el responsable de una degeneración del arte; en la sensibilización por el buen gusto, simplicidad y equilibrio de la Antigüedad; y en la apreciación de la exactitud de los contornos en pintura y escultura. Será Oeser quien le iniciará en la obra de Rafael, en el procedimiento escultórico de medición con agua para conseguir exactitud en las proporciones de Miguel Ángel y en el interés por la alegoría como medio de expresión en el arte de la época. Esta influencia se refleja claramente en las Reflexiones… Le surgió la oportunidad de trabajar en Roma cuando trabajaba con el conde Bünau. Una vez en Roma conoció al pintor Rafael Mengs quien, al igual que Oeser, le influyó profundamente en su formación profesional. En Roma quedó seducido por la luz, el paisaje, el arte y las ruinas. Allí escribió sus trabajos sobre Herculano, el torso de Belvedere, piedras grabadas y monumentos antiguos, así como su conocida Historia del arte en la Antigüedad. La época de Roma representó la realización de sus aspiraciones profesionales y sociales. Winckelmann confiesa en el prólogo de su Historia… “…es difícil o casi imposible escribir concienzudamente sobre el Arte antiguo y sus obras desconocidas fuera de Roma […] un simple viajero las hallará muy difícilmente” WINCKELMANN, J. J. 1990, p. 15). En un viaje hacia Alemania para visitar a sus amigos y parientes, que tuvo que interrumpir al no poder soportar el paisaje invernal de los Alpes, fue asesinado por un criado italiano cuando éste intentaba robarle unos objetos antiguos en una posada.
En cuanto a su obra humanística, trabajó como bibliotecario del cardenal Albani y, posteriormente, bibliotecario del Vaticano, se dedicó a la catalogación de fondos antiguos. En 1755, publicó Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura; en 1764, su obra principal, Historia del arte en la antigüedad; y en 1769, Lo bello en el arte.
- En las Reflexiones, escritas en Dresde, antes de su viaje a Roma, se anticipan los conceptos e ideas centrales de su obra: influencia de los factores geográficos y climáticos, el gusto, la belleza, lo bello, la imitación del ideal griego, así como su pasión por Rafael y su rechazo por Bernini y el rococó, y el estilo agresivo de los frescos de Miguel Ángel.
- Lo bello en el arte, 1769, comprende una selección de textos de Winckelmann: la primera parte comprende los textos: “La teoría de Winckelmann acerca de la belleza” y “El ideal plástico. Descripción de las más bellas estatuas de la Antigüedad”, fragmentos de la edición original de sus Obras Completas, Stuttgart, 1847, traducidos del alemán. La segunda parte está dedicada al texto “Monumentos antiguos inéditos” (1767) traducido del italiano.
- La Historia del Arte Antiguo, 1764, su obra más divulgada y conocida, trata estrictamente los valores estéticos de las obras estudiadas como arqueólogo e historiador del arte, orientación que rompe con los tratamientos anteriores de la Grecia antigua, descriptivos y eruditos. En su prólogo, Winckelmann explicita: “…no es una simple narración de las vicisitudes y los cambios conocidos por aquél en el transcurso de las épocas y durante las mismas, sino que tomo la palabra historia en un sentido más amplio, como tiene en la lengua griega” (WINCKELMANN, J. J.1990, p. 2). Tras un prólogo apuntando sin compasión los errores más habituales en que caen los eruditos de la época, la primera parte la dedica al origen del arte y las causas de sus diferencias entre los pueblos; al arte de los egipcios, fenicios persas, etruscos, griegos; desarrollo y decadencia del arte griego; aspectos mecánicos de la escultura griega; la pintura en la antigua Grecia; y sobre el arte de los romanos. En cuanto a la segunda parte, que está dedicada al arte antiguo considerado en su contexto, tanto el griego como otros pueblos de la antigüedad, presenta una orientación histórica, aporta abundantes datos, nombres fechas y hechos, así como períodos estilísticos del arte antiguo con mucha precisión teniendo en cuenta que los conocimientos arqueológicos de aquel momento eran todavía iniciales.
En cuanto a su contribución para la Historia del arte, hay que destacar la teoría estética alemana donde uno de los primeros personajes que destaca es Winckelmann. Gracias a sus estudios del arte griego logró periodizar y fragmentar este arte para construir una historia del arte. Su periodización consta de tres momentos esenciales que son: en primer lugar tenemos el estilo antiguo que equivale al periodo arcaico, es un periodo nacimiento y formación; en segundo lugar esta el estilo sublime y bello el cual corresponde al clásico, es un periodo de apogeo y excelencia; por último un estilo de decadencia e imitación que corresponde al periodo helenístico. Se puede entrever que Winckelmann consideraba al arte como un ente orgánico o como ser viviente, para él el arte era algo que nace, evoluciona y finalmente muere, y se deja notar en cada periodo una serie de características que corresponden a cada estilo siguiendo un ciclo evolutivo que va desde el arcaico al helenístico. Winckelmann considera lo bello en el arte, dado por una serie de elementos y proporciones. En primer lugar hay que destacar la concordancia de las partes con el todo donde entra en juego todo el cuerpo y sus extremidades, la anatomía, el ritmo, la simetría, el color, la armonía, y también toma en cuenta el modelado y la composición. Todo esto entra en la obra para considerarse si es bella o no, dependiendo de estos factores y de toda su concordancia para alcanzar un equilibrio armónico denotando una belleza sensible.
Define la belleza como: “La belleza es uno de los grandes secretos de la naturaleza cuyo efecto vemos y sentimos todos, pero cuya esencia, como concepto de comprensión general, pertenece al terreno de las verdades insondables” (WINCKELMANN, Johann J. 1964, p. 17). Este concepto de belleza no es el mismo entre los diferentes pueblos como tampoco lo es para los hombres de una misma cultura. Se capta por medio de los sentidos, pero se la conoce y comprende por medio del entendimiento. Distingue la belleza de lo amable o agradable, puesto que una persona puede ser amable y/o agradable pero no bella. La belleza por su naturaleza no se limita a explicaciones concretas. Cuando se la concibe como “armonía recíproca del ser respecto a sus intenciones, y de las partes entre sí y con respecto al todo” es confundida con la perfección, y si no se puede concebir algo más perfecto que la belleza, lo bello y lo perfecto no son equivalentes.
Distingue dos modos de reconocimiento de lo bello: el sentido interno y el sentido externo. El sentido interno da forma a las impresiones captadas por el sentido externo: “El sentido interno es la representación y conformación de las impresiones recibidas por el sentido externo” (WINCKELMANN, J. J., 1964, p. 24). Puede observarse la influencia platónica al considerar el sentido interno como sentimiento que eleva el alma, el Eros platónico, para que pueda descubrir y contemplar por reminiscencia la idea de belleza, dejando el sentido externo el cometido de imitar la naturaleza.
Distingue Winckelmann dos clases de belleza, la individual y la ideal. La belleza individual es “un complejo de las bellas formas de un individuo” y la belleza ideal es “un extracto de la belleza de muchas personas”. Por lo tanto, el ideal no se refiere a las partes sino al todo, consiguiendo, así, superar el arte a la naturaleza. Aunque la naturaleza tiende, según Winckelmann a la perfección, se ve limitada por las características de la materia y por todo lo que causa aflicción al hombre.

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